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Si queremos realizar esa Gran Obra de Cristo y de su Iglesia: evangelizar el mundo obrero, el mundo del trabajo, dar su buena noticia a los pobres..., debemos ir consiguiéndolo organizadamente, como Cuerpo Místico, cada uno eligiendo una tarea concreta, una responsabilidad..., la más decisiva, la más necesaria, la
más abandonada..., con toda nuestra capacidad, tiempo, energías... en plena Comunión y colaboración con Cristo, con su espíritu, con sus apóstoles de hoy, ayer y mañana.... (Rovirosa, OC, T.III. 485).