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Y si cada uno defiende lo del «otro» más que lo suyo propio, no cabe duda de que esta humildad les hará entrar en la verdad (como decía santa Teresa), y la Verdad, que es Cristo, podrá decirse que está en medio de ellos. Y entonces serán, con Cristo, un solo corazón y una sola alma. (Rovirosa, OC, T.II. 223)