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La imagen correcta de la HOAC quizá sea la del campo, en el que el Padre de Familias deposita (por intermedio de sus trabajadores, los hoacistas) la semilla del buen trigo. Al mismo tiempo que los operarios del Enemigo van sembrando la cizaña. (¡Cuántas veces los hoacistas somos también sembradores de cizaña! Pero esta es otra historia…). La semilla, que se deposita abundante en nuestro campo, no es otra que la Gracia. Y el abono para que la semilla germine, se desarrolle y dé fruto abundantemente es el Amor. Ya que: donde no hay amor, si ponemos amor, cosecharemos amor. Nuestra misión no es, pues, estrictamente «construir», sino sembrar y abonar. En primer lugar, en nuestra mente y en nuestro corazón. Sabiendo bien sabido que la cosecha no depende ni de la siembra ni del trigo, sino de la Voluntad Altísima del que da el incremento. (Rovirosa, OC, T.V. 217)