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Al encarnarse [el Verbo] tomó sobre sí toda la naturaleza humana, todo, todo, lo tomó sobre sí, y tuvo hambre, y sueño, y fatiga, y dolor, y rió y lloró. ¡Qué misteriosa y amable aparece ante nuestra alma la primera infancia de Jesús aprendiendo a andar..., cayendo, y aprendiendo a hablar..., balbuciendo! ¡Y qué maravilloso y deslumbrante es este Verbo encarnado, que no llama la atención a ningún vecino. (Rovirosa,OC, T.III. 424)